La evolución del dinero a lo largo de la historia ha tenido varios cambios notorios hasta llegar a lo que conocemos hoy. Ciertos hitos pueden considerarse someramente como marcadores de las principales formas de intercambio entre las personas. En las civilizaciones más antiguas se distinguía el trueque como forma de adquirir bienes o servicios necesarios. Posteriormente, se popularizó para estos fines el uso del oro, la plata u otros metales. Le siguieron a este desarrollo el papel moneda y los billetes. En los albores del siglo XX vieron la luz las tarjetas de crédito, y casi a finales de siglo comenzaron a aparecer los primeros pagos con medios virtuales y dinero digital. A más de dos décadas de iniciado el siglo XXI, ya somos testigos de una consolidación paulatina de estos, dando paso a nuevas formas y métodos cada vez más revolucionarios.
En la actualidad, términos como pagos móviles, criptomonedas o neobancos, por solo citar algunos ejemplos, son parte de un vocabulario ampliamente compartido. Recibir una transferencia o depositar dinero en nuestro monedero electrónico, son acciones que se han convertido en parte de nuestra cotidianidad; en algunos casos, no se concibe la vida actual sin ellas. No obstante, el tema de la adopción generalizada de estas novedosas formas de pago y usos del dinero electrónico aún no es total.
Si bien la pandemia sirvió de catalizador para el crecimiento de las transacciones financieras en formato digital, aún hay sectores poblacionales que no se han integrado a ellas. Las personas mayores son uno de esos sectores, y es comprensible si se tiene en cuenta que la migración al espacio digital conlleva un serio proceso de adaptación. Los nativos digitales lo tienen más fácil, y no es extraño encontrar que ellos estén entre los que más impulsan el avance del dinero digital.
El dinero digital ampliando terreno
A nivel internacional, el dinero digital se ha expandido ampliamente y cada día se consolida más. Las estadísticas mundiales dan cuenta de este avance y de la progresiva adopción de métodos financieros digitales por encima del tradicional efectivo. El aumento de las operaciones comerciales electrónicas y demás transacciones financieras virtuales va marcando un ritmo para el afianzamiento de esta tecnología. Algunos sondeos y encuestas al respecto sirven de argumento a este hecho.
Por ejemplo, la Encuesta Nacional sobre el Uso del Efectivo muestra que en España más del 50% de las personas prefiere la tarjeta de débito como medio de pago. En la actualidad, aquellos que se decantan por el efectivo representan poco más del 30%, lo cual se aleja bastante del 80% que solía ser en el año 2014. En el caso de Suecia, en 2020 menos del 9% de las operaciones minoristas emplearon pagos en efectivo. Por su parte, el gobierno de El Salvador aprobó el Bitcoin como moneda de curso legal en el país. Estos son apenas algunos ejemplos que ilustran cómo, poco a poco, las diferentes economías van dando pasos de avance hacia el mundo de las finanzas digitales.
Las demandas actuales de pagos electrónicos imprimen al mundo financiero una presión importante para poder responder a la altura. Esto ha impulsado en gran medida el crecimiento del número de empresas que se dedican a los pagos digitales. Los usuarios exigen cada vez más inmediatez en sus transacciones y vías monetarias más baratas y ágiles. Los medios digitales tienen el potencial sin dudas de acelerar las transacciones y registrar la información de las mismas de forma instantánea.
Dinero digital en el siglo XXI
En la actualidad existen varios servicios financieros que emplean dinero digital. Algunos ya están consolidados y son bien conocidos, como aquellos que involucran los pagos online mediante tarjetas, ya sea de débito o crédito. El dinero en efectivo depositado en nuestras cuentas bancarias circula entonces con esas tarjetas, sin necesidad del uso del efectivo.
Las criptomonedas son, sin duda alguna, otro elemento en esta secuencia de avances del mundo financiero digital. Estas son activos digitales del sector privado que dependen de tecnologías como la criptografía y los registros distribuidos. En una rama similar aparecen las stablecoins o monedas estables, que también son criptoactivos. En este caso, procuran un valor estable (de ahí su nombre) respecto a otro activo determinado, o a una cesta de activos. Los tokens no fungibles, o NFT, también se reflejan aquí, cuya criptografía los convierte en activos únicos; o sea, no hay dos iguales, y permiten acreditar a la persona que lo ha comprado como su único propietario.
Otros términos como monederos virtuales, pagos móviles, neobancos, entre otros, comienzan a engrosar el vocabulario actual vinculado al dinero digital. Por si fuera poco, más recientemente están dando sus primeros pasos las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC, por sus siglas en inglés, Central Bank Digital Currency). Varios bancos centrales del mundo como los de China y Bahamas ya comenzaron el trayecto, mientras otros continúan en fases de investigación de su posible creación e implementación.
¿Desaparecerá el efectivo?
Algunas voces afirman que el dinero en efectivo está desapareciendo poco a poco, siendo desplazado por el digital. Las potencialidades de las tecnologías digitales para transformar su propia naturaleza y capacidad parecen confirmarlo. Sin embargo, otras opiniones sostienen que el dinero digital no sustituirá el efectivo; en su lugar, este se empleará para prestar servicios más eficientes a las personas en sus transacciones cotidianas.
Por su parte, algunos afirman que la eliminación del dinero en efectivo abrirá aún más la brecha de desigualdad en el mundo. Las personas pobres, los ancianos o aquellos con desventajas tecnológicas quedarían a merced de un mundo que se movería en un camino inalcanzable para ellos. No obstante, otros expertos aseguran que el dinero digital como las CBDC, si son bien implementadas, tienen grandes potencialidades para contribuir al fortalecimiento de la inclusión financiera.
Recientemente los pagos electrónicos crecieron aún más, estimulados por el necesario distanciamiento que impuso la pandemia. Aunque parezca contradictorio, la demanda de dinero en efectivo también creció en las principales economías, como la estadounidense. Este hecho sorprendente se debió a que las personas aún lo siguen concibiendo como una forma segura de ahorro.
No obstante, los gobiernos, las empresas y los consumidores ven con muy buenos ojos el avance de las formas de pago digitales. La rapidez que estas imprimen en las transacciones, así como el abaratamiento de los costos y la sencillez en el proceso, son puntos a favor que siguen impulsando su desarrollo.
Si en el futuro el dinero digital desplazará o no al efectivo aún está en discusión. Lo que sí no cabe duda es que el dinero digital no parece que tienda a irse del panorama económico inmediato y futuro. Más bien, es probable que siga su desarrollo, y, quien sabe, aparezcan nuevas formas y nuevas tecnologías que revolucionen aún más el dinero digital.
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